SOBRE LOS PODERES POLÍTICO Y ECONÓMICO: LA ETERNA VIGILANCIA.
Qué debemos hacer los defensores de la libertad.
Poder político y Poder Económico son distintos, dos aspectos contrarios, que en una sociedad se relacionan pero no se invaden, cada uno en sus funciones específicas.
El poder político es el de la fuerza, de los medios coercitivos, el que sustenta los derechos y la ley como el que puede socavar los derechos y usar la ley contra nosotros. En este poder cabe la vigilancia eterna de la libertad y el gobierno limitado, siendo que sin este poder o bajo la subjetivización o transgresión de este poder, el mundo se convierte en un caos de fuerzas arbitrarias ilimitadas (anarquía) o en un caos de poder ilimitado único (totalitarismo). Y este elemento existe por una razón: en el mundo siempre habrán hombres depravados y sádicos que quieran socavar la vida, libertad y propiedad de otros, razón por la cual la eterna vigilancia de la libertad implica la coerción legal.
El poder económico, por el contrario, es el de la ausencia de fuerza, de los medios voluntarios, el que existe luego que el poder político, mediante la ley bien administrada y objetiva, vele por los derechos y libertades del individuo. Desde aquí, el Poder Político ya no tiene nada que hacer, solo contemplar con agrado y pertenecer como hombres dentro de él, sin mezclar sus funciones: ha creado una estructura para que los hombres puedan, bajo paz social, desarrollar su riqueza de manera ilimitada, prosperar intelectual, material, científica, tecnológica y socialmente. El Poder Económico es el que construye el mundo desarrollado, el único capaz y el único con derechos, es el que le da la solidez a los hombres de mejorar su vida y la de sus prójimos, sin deberle nada a nadie, sin decir que "el fin del hombre es el fin de la sociedad" sino "el fin del hombre es el fin en sí mismo" (fin, nunca un medio). El capitalismo, su sistema moral impecable, que sigue siendo el motor del mundo. La propiedad privada, su base sólida y firme para la existencia del capitalismo.
Una pregunta surge con este nuevo fenómeno ¿por qué nuestros Estados entonces son tan deficientes, y aún poseen la ética del socialismo? básicamente la respuesta a ello es porque los hombres no están aún vigilando el poder político. Si la sociedad liberal no vigila el poder político, el monstruo de la anarquía o del totalitarismo va ganando terreno. Y existen dos vías para acabar con tales monstruos:
La primera es la intelectual: el hombre, en su capacidad culta de transmitir las ideas, debe hacer todo lo posible para implantar al hombre la fortaleza de su capacidad racional, de su libertad y de sus propósitos morales objetivos. El hombre mediante la ética y la ciencia, debe mostrar a los demás hombres el sendero de la virtud, sea mediante el discurso, la retórica, el convencimiento, la sensatez, la determinación y la honestidad intelectual. El liberalismo no es posible sin hombres armados intelectualmente.
La segunda es la política: el hombre, en su capacidad de juicio y justicia, debe a viva voz denunciar las barbaries del colectivismo y el intervencionismo, ingresar a la política o a los grupos de presión para evitar que la bestia del socialismo gane terreno. Tanto en sus medios privados como dentro del poder político, colaborar con las causas liberales, mediante el mismo gobierno, tales como poner trabas, vetar, eliminar y boicotear toda ley que quiera acabar con las libertades del individuo, imponer controles comerciales, controles al consumo y la venta, buscar mayores impuestos, etcétera, esto es, las leyes que desean socavar las libertades del hombre en el capitalismo (libertades capitalistas o económicas, por supuesto). El hombre, de un ser que convence, se convierte en un ser que convence y actúa activamente, incluido el uso de la fuerza de la ley. Finalmente, su medio idóneo debe consistir en una política dirigida a lo que llamo un "progresismo privatizador": ante la opresión de la política, el hombre mediante la vía jurídica y gubernamental debe progresivamente buscar que el Poder Económico sea auténticamente libre, que los hombres sean despojados de sus cadenas, y que la propiedad defina el curso de la vida libre del hombre mismo.
La elección moral solo tiene un camino a escoger: libertad o esclavitud, siendo que los caminos intermedios se inclinan hacia la esclavitud cuando los principios y la vigilancia fue dejada de lado. La eterna vigilancia de la libertad es una necesidad imperativa, no una condición, ni una negociación, ni una simple petición.